La displasia de cadera es un mal que pueden sufrir tanto perros como gatos (artrosis secundaria en el gato geriátrico), provocando en ellos graves molestias, dificultándoles en mayor o en menor medida algunas actividades cotidianas, como andar o correr. Esta enfermedad conlleva una disminución de su calidad de vida de forma notable.
Es un mal que, como cabe suponer por su propio nombre, se desarrolla en la cadera de estos animales. Concretamente, se produce en la articulación coxofemoral, que es la encargada de unir el fémur con la pelvis. El perro o gato que sufre este mal no logra encajar correctamente ambas piezas, por lo que se reduce su movilidad.
La enfermedad
Aunque estamos delante de un problema de salud que mantiene un desarrollo constante durante toda la vida de estas mascotas, esta no se hace visible hasta que se alcanza la edad adulta.
Hay que permanecer muy atentos para identificar la displasia en el cachorro, aunque es bastante complicado, ya que es asintomático en casi todos los casos. Es al llegar a la edad adulta cuando aparece como artrosis secundaria, entre los 4 y los 5 años. Sin embargo, es las primeras etapas de crecimiento cuando se impide que la cadera adopte su correcta posición.

Sí que es posible llevar a cabo una detección temprana en el caso de que su ascendencia haya sufrido esta enfermedad, puesto que se trata de un mal hereditario.
Las razas de perros con una incidencia mayor al 20% suelen estar asociadas a un gran tamaño, como son el Rottweiler, el San Bernardo, el Bulldog Inglés, Francés y Americano, el Golden Retriever, el Pastor Alemán o el Boyero de Berna.
Causas y síntomas
Los factores que determinan en mayor medida su aparición son los mencionados genéticos y hereditarios, pero, también, una actividad inadecuada, sobre todo en la etapa de crecimiento, van facilitar la aparición de la displasia.
La obesidad también influirá notablemente, por lo que hay controlar la alimentación, especialmente, de nuevo, desde cachorros.
Los perros suelen enviar señales que hay que saber detectar para poder acudir a un especialista que diagnostique la enfermedad cuanto antes. Los síntomas más habituales son la poca o nula actividad, debilidad en las patas traseras que nos pueden alertar, rigidez en la cadera… aunque no tienen por qué manifestarse a la vez ni de manera continua, hay que permanecer atentos a cualquiera de ellos.
Otras consecuencias de la displasia de cadera, además de la dificultad para moverse correctamente, son los dolores, sus tejidos se debilitarán y tenderán a inflamarse, un problema que con el paso del tiempo puede derivar en osteoartritis empeorando su calidad de vida.
El tratamiento
Aún sin tener una cura definitiva, sí que es posible aliviar los síntomas con algunos tratamientos bastante eficaces, la fisioterapia en combinación con algunos fármacos suele mejorar la salud de estos animales.
La artroplasia de cabeza femoral es una intervención quirúrgica recomendada como tratamiento en algunos casos. Con esta operación se elimina el dolor del roce al amputar la parte causante de las molestias. Sería la musculatura la encargada de cargar todo el peso de las extremidades después de esta intervención. Es necesario realizar un postoperatorio y recurrir a la fisioterapia para que tenga una buena recuperación y pueda volver a caminar. Otra intervención quirúrgica sería la colocación de una prótesis de cadera.
Protocolo a seguir
De todos modos, para evitar que la enfermedad derive en osteartrosis, una vez diagnosticado con displasia, debería seguir el protocolo creado para estos casos; Evitar el sobrepeso con un control de su alimentación, usar medicamentos y suplementos alimenticios destinados a ralentizar en la medida de lo posible el avance de la enfermedad, favorecer el movimiento sin llegar al exceso y controlar los niveles de dolor.
También se debe optar por tratamiento fisioterapéutico para reducir las molestias que pueda sufrir.
Displasia de cadera en los gatos
La displasia en gatos es más frecuente en razas como las persas, Maine Coon o los británicos de pelo corto, aunque puede sufrirla cualquier otra raza. Los síntomas más habituales a los que se debe estar atentos para identificarla son muy parecidos a los de los perros.
La debilidad en las articulaciones, sobre todo cuando son cachorros, será la primera que delate su presencia. Así mismo, tendrán una menor actividad y una mayor dificultad para saltar o correr. Se podrá observar que las patas traseras están más juntas de lo normal, que tienen dificultad para levantarse y cojean de forma intermitente.